domingo, 20 de marzo de 2016





Si tienes algún recuerdo escondido, seguro que esa muñeca, ese olor, esa flor o esa canción te lo traerá a la memoria y te hará disfrutar unos minutos con la evocación del tiempo pasado, pero nunca perdido.


Vaquita de peluche 
Muchas veces, cuando veo mi vaquita de peluche me vienen recuerdos de mi infancia porque fue mi primer peluche y me lo regalaron en mi nacimiento. Suelo recordar cuando jugaba con  ella como si fuera mi mejor amiga o como si tuviéramos una conversación, le decía muchas veces a mi abuela que me hiciera camisetas de lana para ponérsela,  y yo, tan contenta, cada día la cambiaba con una camiseta distinta. A veces, me la llevaba al parque o también jugaba por las tardes en mi casa a la fiesta del té y con mis tacitas de porcelana me imaginaba la leche, el azúcar y el té, o cuando los viernes veía películas y cogía mi vaquita de peluche y la veíamos abrazadas juntas como si ella también la viera o dormíamos juntas. 
Le contaba mis secretos como si me escuchara, me la llevaba al médico cuando estaba malita, porque con mi peluche sentía mas seguridad. Compartí momentos de mi infancia únicos e inolvidables con aquel peluche. Me encantaba jugar con ella y todavía hay veces que por las noches duermo con ella, recordando mi infancia y lo mucho que me podía divertir con un simple peluche que para mí, hoy en día, significa mucho.

Rocío González, 1º C

LA TIZA BLANCA
La semana pasada, cuando iba caminando con mi hermana dando un simple paseo me acerqué a un parque que estaba repleto de niños pequeños, de los cuales, unos jugaban con una pelota de plástico, otros con las atracciones de ese parque… Pero lo que más me llamó la atención fueron unos niños que jugaban con una tiza blanca, dibujando casitas, muñequitos, estrellitas y algunas cositas más. Fue entonces cuando se me vino a la mente un gran recuerdo de cuando era pequeña. Me acordé de mi escuela, en infantil, tendría unos 4 o 5 años. Tenía mi “babero” puesto, era rojo casi naranja con cuadros blancos. A esa edad mis amigos y yo jugábamos a cualquier cosa en, un recreo de once y media a doce y media, ya que teníamos mucha imaginación. Solíamos jugar a las “casitas”, al “pilla-pilla”, al “escondite”, a las “carreras”… Entre esos tantísimos juegos, uno me encantaba. Consistía en pedirle algunas tizas a la conserje, que se llevaba bastante bien con nosotros. Cuando ya poseíamos algunas tizas era hora de darle vida a nuestra creatividad. Era entonces, el momento de ponernos a pintar. Los profesores nos dejaban así que no había problema. Aunque el suelo estaba dividido en grandes cuadrados, nosotros aún así, los repasábamos con las tizas blancas. Jugábamos a que éramos médicos y cada cuadrado era una consulta. Aprovechando que teníamos los baberos lo usábamos como las batas que ellos tienen. Era muy divertido. Otro juego que también era muy entretenido, era el de arqueólogos y teníamos que buscar dinosaurios. Para este juego nos acercábamos a los arriates de los árboles y buscábamos unos palos finitos para usarlos cómo brocha o lupa, lo que se nos ocurriera. Decíamos que el dinosaurio podía ocupar, por ejemplo, 3 cuadrados y averiguar qué tipo era. Con la tiza blanca, dibujábamos muñecos o casas. Hablando de muñecos, recordé también cuando con mi prima de Huelva, dos años y medio más grande que yo, fuimos a Torremolinos y en la playa, con el dedo, dibujábamos muñecos y poníamos nuestros nombres. Al recordar eso, se me vino a la mente una noche de esas en Torremolinos con mi prima, mi primo, mi hermana, mis padres y mis tíos. Ella llevaba un vestido blanco y yo unos pantalones vaqueros con una camiseta blanca. Comimos en un restaurante todos juntos, no recuerdo bien que restaurante era porque hace ya bastantes años. Después de cenar fuimos al paseo marítimo, donde ambas nos compramos un helado de chocolate. Con los juegos y todo eso, nos manchamos las dos. Nuestros padres se empezaron a reír. Fue un momento muy gracioso, incluso nos echaron una foto que aún guardo en mi habitación. Ella también la tiene colgada en su cuarto, al lado de muchísimas fotos que tengo con ella de pequeñas.
Escuché la voz de mi hermana diciéndome que anduviéramos más ligeras, que nuestra madre nos estaba llamando. Al parecer había estado recordando muchas cosas de hace años, aunque todo el gran recuerdo viene de “La Tiza blanca”.


Marta Rodríguez.1ºC
Barriguitas
Me da buenos recuerdos las barriguitas. Al verlas me recuerda a mi infancia, cuando jugaba todas la tardes con ellas y me divertía, cuando lo único que quería era comprar más y más de ellas. Siempre las quería de color rosa, tener el hospital, la casa, el coche… Todo. Ahora pienso que no sé cómo ahora puede estar sin jugar, si antes estaba todo el día jugando con ellas. Me las llevaba a la ducha, a la cama, al campo… Tenía una colección, que ahora sigo manteniendo. Con mis primas, que son de mi misma edad, cuando jugábamos nos intercambiábamos una por otra. Las montábamos en coches y motos que teníamos y nos las llevábamos a dar una vuelta. Otras veces nos íbamos al corral, cogíamos una cuerda, las atábamos y corríamos por todo el corral, a quien se le cayera primero perdía. Las que yo tenía eran casi todas rubias con ojos azules, la vestimenta era camiseta, falda, pantalones o vestido. Los hombres eran con el pelo oscuro y ojos marrones, algunos con zapatos, otros con uno y otros sin ninguno. Siempre los perdía. Tenía un montón de accesorios como: bolsos, collares, maquillaje… y bueno todas esas cosas y más hacía cuando jugaba con ellas.
Paula Marín, 1º C

Nuestra canción
En cuanto subí al coche, puse la radio. Solo escuchar el principio y ya sabía que canción era. Esa canción que se escuchaba me recordaba a mi madre, a la persona que me cantaba con alegría, que me cogía de la mano y me ponía a bailar. En ese instante recordé los momentos junto a ella, cuando llegábamos a casa de mi abuelo y nos poníamos ella y yo a cantar. Esos veranos rellenos de canciones y momentos inolvidables. No pude parar de tararear esa canción en todo el día.
Laura Lavado. 2ºC

La vieja armónica 
Era un día de invierno, mi abuela estaba preparando el almuerzo y yo mientras le hacía compañía en un viejo taburete que tenía en la cocina junto a la mesa. Con las sobras de los trozos que cortaba yo iba haciendo “comida” y le preguntaba una y otra vez a mi abuela que si tenía buena pinta, ella para alegrarme con una sonrisa en la cara me decía que sí. Justo cuando terminó de preparar el almuerzo nos sentamos junto a la chimenea a esperar a que mi abuelo regresara del campo y me peló varias castañas. A la media hora o así alguien silbó, parecía un colibrí y seguido dio dos toques en el cristal de la puerta, fui corriendo a abrir, ya que sabía que era la costumbre que tenía mi abuelo al llegar a casa. Nos sentamos a almorzar, todo estaba riquísimo. Mientras, hablamos de lo que salía en la televisión: un grupo de hadas que tocaban diferentes tipos de instrumentos. A mí me llamo la atención una en especial , estaba tocando una armónica dorada, parecía de oro, era hermosa. Le dije a mis abuelos que me encantaba. Después de comer, comencé a hacer los deberes, mi abuelo me dijo que cada esfuerzo tiene su recompensa. Él se fue al campo donde pasa el mayor tiempo del día ya que le encanta cultivar y sembrar cosas. Cuando volvió me trajo una armónica azul, aunque no fuera dorada como la del hada que aparecía en la tele me gusto aún más…Comencé a tocarlo con mucha emoción y sin parar, era un sonido muy, pero que muy, agradable; volé al cielo y allí me encontré con esas pequeñas hadas. Yo buscaba a la más especial, a la que tocaba la armónica para que me enseñara algunas notas y poder tocar bien. Todo esto estaba en mi mente y sabía que no estaba pasando en la realidad pero yo era igual o incluso más feliz porque tenía lo que más deseaba en ese momento , la armónica. Cuando mi madre llego de trabajar y me recogió, le conté todo con pelos y señales. Ella reía junto a mis abuelos. Al llegar a mi casa se lo conté todo a mi padre y a mi hermana también. Me pasé tocando a todas horas y todos los días la armónica, mi madre ya me llamaba pesada. Cuento esto porque en las noticias salió un coro y salían personas tocando la armónica. Me parece una historia bonita y para el recuerdo, siempre se lo voy a agradecer a mi abuelo. 

 Lorena González, 2º C
 

¿ Qué pasaría si...?

Una nueva edición de lo que ocurriría en nuestras vidas si, de buenas a primera, algo fuera distinto a lo que viene siendo. Piensa tú, sí tú, qué sería de tu vida si eso que crees que es imposible ocurriera algún día...


¿Qué pasaría si un día desaparecieran las normas en el instituto?

Un día me desperté, me vestí, desayuné y me fui para el instituto. Cuando llegué, me encontré que estaban todos con los móviles, pintando en las paredes, pegando voces, contestándole a los maestros, no se podía dar clases… Los maestros no les decían nada, ni ponían partes. Les pregunté a mis compañeros qué era lo que pasaba y me respondieron que no había normas, que el director las había quitado. Todo estaba muy mal, parecía una jungla y una pocilga. Al día siguiente fuimos unos cuantos a hablar con el director, para que volvieran a poner las reglas, porque todo era un caos. El director dijo que sí, que las volverían a poner. Todo era para darnos una lección y que nos diésemos cuenta de que sin reglas todo iría muy mal.

Marta Martín, 2º B



¿Qué pasaría si los profesores fueran alumnos? 

Si los alumnos fuéramos 
profesores, castigaríamos a los maestros sin recreo haciendo deberes, les pondríamos partes, llamaríamos a sus padres por teléfono comunicándoles que se portan mal. Cambiaríamos todas las normas y pondríamos dos recreos: uno a las 11:00 y otro a las 13:00. Dejaríamos traer los móviles y comer en clase. Entrar a las 9:00 de la mañana y salir a las 14:00. Quizás al cabo de dos días, no podríamos trabajar y decidiríamos poner las normas de antes.

María Martos 2ºB

¿Qué pasaría si mi hermano fuera un reloj?

Un día fui a la habitación de mi hermano a llamarlo para que bajara a comer pollo con patatas que había hecho mi abuela.
Cuando llegué a su cuarto, me di cuenta de que mi hermano se había convertido en un reloj. Yo lloraba y lloraba hora tras hora, no podía creerlo; pero tenía la esperanza de que algún día mi hermano regresaría a mi lado. Ya no podía hablar con él, no podía reír, pelearme, hacer nuestras bromas, jugar con él, poder contarle mis secretos, compartir con él mis emociones y tristezas.
Menos mal que al cabo de una semana todo volvió a ser como antes.

Irene Rodríguez, 2º B

¿Qué PASARIA SI FUERA UN FAMOSO JUGADOR DE FÙTBOL?


Un día me desperté por la mañana en una casa distinta y muy grande. Al levantarme de la cama, la verdad, lo primero que pensé es que era una broma con una  cámara oculta. Bajé por la escalera, me encontré a un hombre vestido de mayordomo, le pregunté qué estaba yo haciendo en esa casa, y él me respondió que era mía Ese día fue el día más raro de mi vida. El día anterior era un niño normal y corriente y al día siguiente un jugador de fútbol famoso.

BIRSAN MARIAN, 2º